sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 1 - Cuatro paredes y mil y un recuerdos.


Rebusqué entre los vinilos con impaciencia. Paseaban entre mis dedos con agilidad, no era la primera vez que nos veíamos las caras. Buscaba uno en concreto, Help!, el quinto álbum de Los Beatles, que ya había escuchado como mínimo veinte veces. Aún así, no me conseguía cansar de The Night Before, I Need You o el mítico Yesterday. Sus acordes me tenían enganchada al tocadiscos tardes enteras, mientras estudiaba a Napoleón o realizaba operaciones matemáticas que entregaría a la mañana siguiente. 

Al fin lo encontré, lo había guardado al revés y por eso no reconocía la portada, a despistada no me ganaba nadie. Lo coloqué con cuidado bajo la aguja, apreté un par de botones y el disco comenzó a girar, y unos instantes después, la música a sonar. Sonreí, me acomodé en el puf morado que adornaba la esquina derecha de mi habitación y dejé que la música me envolviera como si de papel de regalo se tratase. Cerré los ojos, y durante unos segundos me permití no pensar en nada. Dejar la mente en blanco. Pero pronto la asaltaron los recuerdos, las emociones que siempre me habían hecho tan vulnerable y una simple realidad: me sentía, de nuevo, muy sola. Fruncí el ceño, estaba harta de que siempre los mismos pensamientos me atormentaran y no me dejaran disfrutar de mi canción favorita. 

Para huir de ellos, cogí mi portátil, el único que sabía cómo abstraerme del mundo. Tecleé mi contraseña y entré en Facebook. Tenía un mensaje de Ronnie, mi mejor y única amiga. Me preguntaba si me apetecería salir a tomar algo esa misma tarde, puesto que era sábado y las vacaciones de Navidad estaban a la vuelta de la esquina, y por lo tanto ya nos habíamos quitado de encima la mayoría de los exámenes. Éramos libres. Me apetecía bastante poco ir a una cafetería y entre los humos de mi descafeinado y su expresso mantener una charla infructuosa sobre cosas banales que no harían sino aumentar mis ganas de huir de esta pequeña ciudad. No es que no me gustara estar con Ronnie, puesto que después de todo era la única persona que había demostrado ser capaz de aguantarme, pero ella trataba de rellenar mis anormales silencios que se dejaban entrever en medio de nuestras conversaciones con cotilleos sobre las cuatro chicas un poco sueltas de más del curso superior o sobre los chicos nuevos del equipo de fútbol. Y podría parecer una desagradable, pero esas personas, no me importaban lo más mínimo. Pero realmente no podía culparla, ya que ella no se hubiera visto obligada a comentar estupideces sobre ellos si yo me hubiera atrevido alguna vez a contarle todo lo que pasaba por mi mente a lo largo del día, si le hubiera contado mis deseos, mis sueños; si la dejara, después de todo, conocerme. Ella no sabía prácticamente nada de mí, porque yo no se lo había permitido. 

Le contesté con un simple: ‘¿No ibas a quedar con Ed?’. Ronnie tenía novio desde vete tú a saber cuándo. Yo pensaba que nada más nacer ya los arroparon a Ed y a ella en la misma cuna, y que habían ido simplemente creciendo juntos. Ellos eran de esas parejas que no son empalagosas, de hecho siempre han sido muy discretos y él no conoció a los padres de ella hasta que llevaban un año juntos, pero sí de las que daban envidia. A ver, no es que a mí me hubiera gustado haber estado saliendo con alguien durante tanto tiempo y estar quedando con él tan a menudo, pero admiraba cómo era su relación. Se basaba en la confianza, en el cariño y, sobre todo, en la sinceridad. Eran incapaces de mentirse. De hecho, si no recuerdo mal, la única vez que discutieron seriamente fue porque hubo un malentendido y Ronnie pensaba que le había mentido. Respecto a eso eran firmes, no se permitían ocultar la verdad, y gracias a ello duraron tanto tiempo, así que creo que algo bien estaban haciendo. Además, que ella tuviera a Ed me hacía sentir un poco mejor si rechazaba alguna propuesta de vernos por parte de mi amiga. Sabía que si no quedaba conmigo, quedaría con él.

Cuando iba a cerrar Facebook, vi que Ronnie se había conectado y me estaba escribiendo. Me dijo que no había quedado con él, que ya se iban a ver por la mañana y que quería verme para contarme algunas cosas, que, a su parecer, eran muy interesantes. Al instante me di cuenta de que si me escaqueaba esta vez ella no me lo perdonaría, así que acepté su propuesta a regañadientes. Antes de desconectarme, ella me pidió que me pasara por su blog, el cual había actualizado. 

Ronnie tenía el blog, más o menos, desde que empezó a salir con Ed. Al principio sólo lo usaba para publicar trozos de sus libros favoritos con los que se sentía identificada y así tenerlos todos reunidos en un solo lugar. Pero un día, tras una tarde genial con su novio, empezó a escribir ella misma una especie de carta para él, que también decidió publicar. Con esta entrada, ganó un seguidor, y a partir de ese momento se picó y cada vez escribía más y más, y sus seguidores subían como la espuma. Para ser sincera, me sorprendió lo bien que escribía la primera vez que me pasó el enlace. Aún así, soy incapaz de acabar de leer sus posts. Todos tratan sobre el amor. El amor. Algo, una fuerza incontrolable, un sentimiento al que le da por vestirse de rojo y que rompe corazones a diestro y siniestro, era lo que parecía mantener viva a mi amiga. No sabía escribir sobre otra cosa. En cada una de sus palabras notaba cómo suspiraba por los rizos y los ojos verdes de su chico, cómo deseaba estar con él todo el tiempo que pudiera… 

No. Era incapaz de leer todo aquello. Aún así, empecé a leer la nueva entrada que me había recomendado que echara un vistazo.

‘Hoy, sus traviesos ojos han vuelto a encontrarme entre los miles de rostros de la ciudad. Unos instantes después, me ha abrazado, y me ha susurrado al oído que me quería. Yo he notado como miles de fuegos artificiales estallaban dentro de mí, irradiando su luz a través de cada uno de mis poros, me sentía brillar. He notado como si me zambullera en un mar casi congelado que un instante después se fuera a convertir en unas cálidas aguas termales. He notado como si alguien me inyectara felicidad en las venas…’

Puse los ojos en blanco y resoplé. Estaba tan engañada…ella de verdad creía en el amor. El amor juega contigo, te hace creer que eres feliz, te da todo cuanto pides, hasta que llega un día en el que se escapa jugando demasiado bien al escondite y te abandona dejándote ahogada en un mar de lágrimas. Y ella se había atrevido a jugar con él. Yo nunca había sido tan valiente, me parecía una tarea demasiado arriesgada. Me asqueaba el amor, me asustaba. Por ello, bajé rápidamente por el post hasta llegar a las imágenes. Imágenes de parejas felices, que se miraban a los ojos y se sonreían, como si la otra persona fuera lo más bonito que habían visto en su vida. Qué engañados estaban. Los compadecí y negué con la cabeza. Todos parecían prometerse un siempre, y a mí me costaba imaginar cómo podían ser tan ingenuos. Después de todo, si no les separaba una discusión, una mentira, una infidelidad, si no los separaba una huida irracional por parte de él porque se veía incapaz de criar a un hijo, como hizo mi padre, los separaría la muerte. 

‘Lo eterno no es compatible con nosotros, Nina, somos demasiado efímeros’, me repetía desde niña mi madre. Aunque quizá esa fuera su mejor excusa para justificar por qué mi padre, el chico por el que ella suspiraba y se sentía saciada de felicidad, nos abandonó el día en el que ella le confesó que estaba embarazada. Para mí él siempre ha sido un cobarde, aunque mi madre intentara disfrazarlo de príncipe encantador. Y, de hecho, la única razón por la que creo que ella sigue pintándolo así es para hacerme creer que tengo un padre ejemplar que me quería. No sé si cree que soy estúpida. Sé que yo soy la razón por la que dejó a mi madre, yo soy lo que mató a ese sentimiento que vestía de rojo entre ellos. Al igual que sé que mi madre nunca me ha culpado de ello, y sé que, aún así, ella no volverá a atreverse a amar.

Presentación - ¿Quién es Nina?



Nina es una chica que esconde demasiados secretos tras sus esquivos ojos verdes, tratando de ocultar un pasado que no hace sino crear miles de desconfianzas en su alterada cabeza de adolescente. A Nina le gustan el café descafeinado, los videojuegos de zombies y desgastar sus Converse. Además, es adicta a engullir novelas hasta meterse dentro de sus palabras en su puf morado, mientras escucha música de los 60 ó 70. 

Por otro lado, es orgullosa y no deja que la pisoteen, tiene unos principios muy claros y unas ideas bastante peculiares. Mas también es débil, ya que siempre ha mantenido su autoestima bajo cero, y lucha por construirse una coraza que la mantenga a salvo del mundo. No se le da bien hacer amigos, de hecho sólo tiene una, Ronnie, con la cual no se atreve a forjar una verdadera amistad puesto que no deja que su amiga que la conozca. Aún cuando Ronnie deposita toda su confianza en ella, Nina no responde de la misma forma. Le oculta su pasado y evita hablarle de todo lo que piensa, cosa que hace que Ronnie se moleste con ella más de una vez. 

Por último, Nina no cree en el amor. Cree que lo inventaron los publicistas para vender medias, y bombones y ramos de rosas el día 14 de febrero sin ton ni son. Cree que las personas se juntan para no estar solas, para que su felicidad no sólo dependa de sus actos, sino también de los de los demás. Cree que quien juega con el amor, se acaba, de una manera o de otra, estampando contra un cristal. Pero que piense todo esto tiene una causa, y es que su padre las abandonó a su madre y a ella cuando la primera estaba embarazada. En ese momento, su madre asumió que nunca volvería a depender de alguien de esa forma, asumió que no se volvería a enamorar. Aquello sin duda repercutió en su hija, que bajo la influencia de su madre, empezó a creer que ella tampoco sería capaz de entregarle su corazón a otra persona y esperar que cuidara de él. 

En definitiva, Nina piensa que enamorarse es cosa de locos. Hasta que un día, por casualidad, descubre en la red las palabras de un misterioso chico que se esconde tras un nick, el cual conseguirá hacerle ver que hay otra manera de ver el mundo, y que, quizá, el amor después de todo, no sea tan malo como lo pintan.